Conozca a otro paciente psiquiátrico fracasado en la búsqueda de los labios más grandes del mundo

Andrea, que alguna vez fue una mujer de belleza natural, se vio inmersa en una búsqueda incansable de mejoras cosméticas extremas. ¿Su objetivo? Tener los labios más grandes del mundo, sin importar el costo.

Durante cinco años, gastó más de 10.000 dólares en procedimientos, prácticamente financiando al cirujano que la convirtió en un experimento andante. Inspirada por las muñecas Bratz , se propuso recrear sus característicos labios de gran tamaño en su propio rostro.

Treinta y cinco inyecciones después, Andrea insiste en que aún le falta mucho. Esto es solo un punto intermedio, mientras continúa buscando una clínica dispuesta a impulsar su transformación aún más. Pero la mayoría de los cirujanos estéticos se niegan a correr el riesgo, advirtiéndole de los graves peligros que conlleva. Andrea, sin embargo, los ignora a todos, ya sea por terquedad o, como dicen algunos, porque las interminables inyecciones han afectado su capacidad de escuchar.

Sus modificaciones extremas le han dificultado incluso las actividades más básicas. Comer se ha convertido en un reto, ya que sus labios ya no funcionan correctamente, y debe tener mucho cuidado: si la estructura inflamada se rompiera, las consecuencias serían desastrosas.

El habla es otro problema. Sus palabras ahora son tan confusas que comunicarse con ella es una lucha. Pero Andrea resta importancia a estos problemas, considerándolos inconvenientes menores.

Y no se trata solo de sus labios; su obsesión también se ha extendido a sus pómulos. Ya se ha sometido a cuatro rondas de inyecciones allí, y planea más. ¿Su objetivo? Un rostro lo más parecido posible al de una muñeca.

Los médicos le han advertido repetidamente sobre el alto riesgo de necrosis del tejido facial, pero Andrea se niega a escuchar. Permanece obsesionada con su visión, sin importar las consecuencias.

La reacción pública a su transformación ha sido abrumadoramente negativa. La mayoría de los comentarios expresan conmoción y disgusto, pero Andrea permanece imperturbable. Para ella, el amor propio es lo único que importa.

Quizás el amor realmente sea ciego, especialmente en este caso.

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